Filosofía Práctica I

…en el mundo de las ideas

Por: Jorge O. Veliz




articulo

14/08/2024

Resumen

" Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo". Aristóteles. 


 

Filosofía Práctica I

En el mundo de ideas.

Cuando el término “filosofía” irrumpe ante desprevenidos lectores, dispara diversas interpretaciones y variados efectos; hay quienes se dicen “esto no es lo mío” aún sin saber a ciencia cierta de que se trata, en otras despierta cierta curiosidad pero que no llega a madurar en exploración, la complejidad que suponen desanima, otros porque no le encuentran utilidad práctica “¿para qué me sirve?”. Sin duda, estas conjeturas prosperan en el campo fértil de los paradigmas de un sistema decididamente orientado a fomentar la conducta del consumo a expensas de la conducta reflexiva y la prudencia en la conducta. Así como los modismos de la neo cultura atentan contra la salud lingüística y gramatical, también la “Filosofía” sufre los embates de facilismos que nivelan hacia abajo.  

Cuando nacemos, aterrizamos …hacemos pie en nuestro planeta, en el “mundo de las ideas” como acertadamente refiere el Dr. Luis Chioza (1) al escribir: “… Cuando un hombre nace, se encuentra con un mundo de ideas que “están allí…”  Allí están dándonos la bienvenida, formando parte de nuestro entorno; la idea de: la cuna, los pañales, el acolchado que abriga, el ventilador de techo que refresca…, el piano, el televisor que aturde.

En la intimidad de cada “cosa” existe una idea previa y una reflexión que la secunda, del mismo modo que en el fin o propósito de un “mandato”. Vivimos inmersos en un universo de reflexiones plasmadas en “cosas” y “mandatos”, las primeras respondiendo a supuestas necesidades y las segundas al espíritu filosófico del contrato social que rigen nuestros actos, nuestra vida.   

La reflexión es la principal herramienta del que piensa en tal o cual cosa, pero, por antonomasia de la filosofía. 

Hagamos un repaso de los siguientes ejemplos;  entre una hipótesis sobre el porqué flotan los barcos o por qué no necesariamente es más feliz quien más atesora, o cómo dotar a un lavarropas de un brazo mecánico articulado que tienda la ropa en el cordel, o si es correcto comer el pan que me he ganado honestamente frente a un hambriento, digamos que la ecuación para arribar a una conclusión (acertada o no) o resultado (el esperado o no) intervienen los mismos factores: la curiosidad por tal objeto o suceso, la reflexión que despierta y la deducción final.

En los intelectualmente inquietos, la curiosidad es el motor que moviliza a la reflexión ¿Por qué ocurre?  ¿Cómo? ¿Para qué? ¿Cómo podría hacerlo? ¿Es correcto?

Ahora bien, queda a la vista que los ejemplos se diferencian por el tipo de curiosidad que cierta cosa o suceso despierta, mientras que la reflexión, se convierte en herramienta para indagar sobre esa curiosidad. Por esta secuencia, curiosidad-reflexión, la filosofía es considerada como una reflexión de segundo grado, sin embargo, si así fuera, un ingeniero debería ser considerado un filósofo sólo por reflexionar sobre la mejor manera de construir un puente. Y no es así.

La Filosofía (“amor a la sabiduría”) y sus filósofos, han aportado la “argamasa” que cimienta la cultura Occidental y sus valores, su trascendencia en nuestra conducta es tan insoslayable como habitualmente inadvertida. 

La Filosofía, naturalizada como la respiración o los latidos del corazón, se convierte en la luz del faro que ilumina la razón y orienta el sentido de nuestros actos.

Jorge O. Veliz

El Liceo.

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