Por: Dr. Neldo Candelero
Neldo Candelero, doctor en Humanidades y Artes con mención Filosofía, de la UNR nos comparte "La vida", un hermoso y significativo relato, extraído de: Candelero, Neldo_ Observaciones filosóficas sobre lo biológico, Ciudad Gótica, Rosario, 2008_-
“La vida”
“Yo estoy aquí…Dónde estás tú?
Cuenta Konrad Lorenz en ese espontáneo y agraciado libro que es Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros, que fue a partir de una obra de la escritora sueca Selma Lagerilif, que pudo traducir el llamado de contacto inicial de las ocas del siguiente modo: "Yo estoy aquí... ¿Dónde estás tú...?"
A ver, demos un rodeo. Por lo pronto, sépase que Lorenz, Konrad Lorenz fue un biólogo del siglo XX, austríaco, premio Nobel de medicina en el `73, autor del libro que mencioné, y tantos otros libros entusiastas..., pero, ante todo, sin duda alguna, antes de todo: un demorado amante de la vida. Aquel libro: una obra cordial y abierta --hecha como él mismo lo sugiere, a modo de honesta alternativa frente a los muchos, variados y malos libros de biología de aquel entonces, aunque no menos, sino más...: como recurso económico obligado, frente a las penurias naturales de un hombre recién llegado de la guerra.
Se dedicó a la biología Lorenz, diría que, inevitablemente. Más para seguir siendo el mismo..., más para continuar, que para progresar. Desde pequeño que llenó su vida de vivientes codornices, hamsters, papagayos, gallos, ocas, pavos reales y de los otros, algunos peces, muchos córvidos... ¡Qué no entró a vivir en su hogar...! Si no tuvo un Arca fue sólo porque Altemberg --el pueblo adonde nació y vivió--, era de tierra firme, y porque sus animales de hecho, no es que entraron a su domicilio, vivieron por allí. No los capturaba ni los tenía en encierro, sería mejor decir: que los animales también estuvieron en su casa. Hizo esto cuando pequeño, e igual hizo cuando adulto: lo hizo ante sus padres, lo hizo ante su mujer e hijos.
Vivió entre sus animales. (Cuando hablo en sentido posesivo..., fueron suyos como propio es aquello a lo que se le llama `mi amor`.) Todos ellos..., de aquí hacia allá, pastaban, pacían... --junto a las cosas, entre los hombres. Toda una vida de niño prolongó en su adultez y vejez. Fue biólogo pareciera, porque lo llamaron así, no por intentar una profesión. Diría que de su parte, sólo hizo lo que no lograba dejar de hacer, y los demás, naturalmente, le pusieron el título. ¿Y qué es lo que no cesaba de hacer...? (...) No quiero irme del terna, pero que quede claro: Lorenz fue biólogo más por `bios` que por ´logos´. En Lorenz el saber fue consecuencia: una consecuencia de vivir observando -de observar vivir...
En aquel libro (Hablaba con las bestias...), cuenta la historia de su oca Martina. Había puesto a empollar unos huevos de ganso gris. Veintinueve días después, el tiempo llegado le fija su atención. Lorenz se aproxima aún más a ese universo sobre sí que es el huevo...: advierte sus ruidos, descubre sus movimientos internos. Probablemente olvida el otro mundo, quiero decir el nuestro --es muy probable que le haya ocurrido. El pollito golpea el cascarón, lo va horadando en giros..., y por fin, como por milagro, empieza a verse lo que se oía venir. Abierto el cascarón en parte, asoman plumas como pelos mojados. Todavía hay que esperar y Lorenz espera. (Para saber, para enterarse hay que esperar. El que observa lo sabe; primero hay que dejar que ocurra; por lo que, si algo hay que ser para observar, es ser demorado.)
Nada ocurre cinematográficamente ante Lorenz, de manera instantánea, repentina: en la vida, del no-ser al ser se pasa en proceso. . . Pero al fin el gansito está allí, fuera de su cápsula espacial, en un nuevo mundo, sin techo, sin aquel calor, con aires y vientos que empujan y enfrían, hasta diría que, por primera vez, solo sintiéndose en soledad.
Y dice: " ¿V iviviv.? “Y Lorenz comete el error, si es que así puede llamársele, comete el error de contestar. Entona la maravillosa voz por la que el pollito clama: " igangangan...!"
A partir de ese momento nace el polluelo a vivir en esta nueva vida. Si antes supo de su soledad, ahora, sabe en cambio que puede seguir. Ha encontrado a su madre. Así es... El Mansito preguntó "¿viviviví...?", y Lorenz le contestó "zangangan...!". El gansito propuso vivir, Lorenz le hizo lugar.
(Los gansos, como igualmente los cisnes, al nacer elevan una voz de contacto, y de recibir respuesta se inaugura una relación vital madre-hijo definitiva, permanente. Lorenz no lo sabía hasta entonces, y mucha fue su sorpresa, como muchas fueron sus labores de maternidad.)
Los gansos son animales sociales, como el hombre, y de no haber recibido aquella respuesta esa pequeña oca, Martilla, habría muerto. Los seres sociales no sobreviven sin los otros, no pueden ser solos... Y esto le cabe a las ocas tanto como a los hombres. Los seres sociales no son además sociales, pues nada son sin esos socios que le mantienen en el ser de esta vida.
Lorenz cuidó de Martina por todo su tiempo de vida. La tuvo, la sostuvo desde aquel momento en que la pequeña oca le dijo "¿viviviví...?", es decir, "¿dónde estás tú... r, y él le contestó en su mal gansés "igangangan...!", es decir, "yo estoy aquí...". La vida de los gansos..., la vida de ellos con nosotros --pues en el huevo es `otra` la vida del ganso--, y la nuestra propia, nace en esta relación. Sólo de a dos el hombre puede sobrevivir -al igual que los gansos. Así es: Los hombres necesitarnos de al menos un otro. Y no es esto teoría, o melodrama: ese otro debe ser de carne y hueso, y distinto, y mayor, y mejor que yo. Pues hombres y gansitos seguirnos a nuestras madres, adonde las madres nos lleven.
Aquel contacto nos da la vida, y la vida entera se repite y resuelve en cada contacto de este tipo: "Yo estoy aquí... ¿Dónde estás tú...?", "¡Yo estoy aquí...!" Cuenta Lorenz que, en las noches..., cuando Martina clamaba por él, y él devolvía el contacto, Martina lanzaba un suave "vrvrvrvrvr. . ." de serenidad.
Esa voz podría inequívocamente traducirse por: "Ah, bueno..., si tú estás aquí, entonces sí yo puedo seguir -entonces sí yo puedo vivir".
Los gansos nacen sabiendo rezar.-
FIN
Dr. Neldo Candelero