Por: Jorge O. Veliz
"Desde la antigüedad griega se ha dicho que la filosofía es hija del asombro, y, sin embargo, el significado de este término y la naturaleza de las vivencias asociadas a él raras veces han sido objeto de investigaciones exhaustivas". El asombro es una emoción que despierta la curiosidad, luego el deseo de conocer lo oculto bajo la sombra. Ahora, el asombro no escapa a las consecuencias de la naturalización, esa capacidad de los seres vivos de adaptarse a las circunstancias a las que están expuestos. La naturalización no discrimina, se naturaliza lo conveniente tanto como lo perjudicial y ya sin asombro, se puede vivir cómodamente instalado en la certeza o en la propia confusión sin notarla y sin notar virtudes ni defectos. Puede que, con suerte, algún evento o circunstancia ilumine esa emoción inerme y así nuevamente “empezar A /sombrarse, (salir de la sombra) a vislumbrar la porción de claridad que podemos forjar a partir de la rebelde y restringida materia prima de la que estamos hechos.”
La República del asombro.
Ese fin de semana del seis de abril, la inminencia del viaje fue una invitación para que profundizara sus conocimientos sobre ese gran país austral, Roger sabía sobre nuestro país y de su gente apasionada y cálida, que contrastaba con el frio pragmatismo de sus coterráneos helvéticos, pero sentía curiosidad por cuantificar ese país “grande” de buena gente, conocer sus dimensiones.
Imaginemos el asombro para quien vive en una nación mediterránea que cabría dos veces en la provincia de Catamarca, versus una superficie de casi cuatro millones de kilómetros cuadrados y cuatro mil quinientos kilómetros de costa marítima. Más de ciento cincuenta millones de hectáreas destinadas a la explotación agropecuaria y, por si fuera poco, petróleo, ríos navegables, recursos hidroeléctricos, eólicos, mineros…; lo aprendido lo dejaron perplejo.
Pero mayor fue su asombro cuando leyó que el cincuenta por ciento de la población vivía bajo el umbral de la pobreza. ¡Un país rico con la mitad de su población pobre! ¿Cómo se explicaba eso?
La experiencia en el supermercado no hizo más que sumar sorpresas, fue cuando vio los precios en las góndolas y boquiabierto me dijo: ¡muchos artículos están más caros que en Suiza!, ¡No lo entiendo!
Poco después mientras saboreábamos un café en Anonimus, como pensando en voz alta, pero en tono de susurro, le escuché decir: no lo comprendo, como para sus adentros…
Como ordenando sus reflexiones, inclinándose un poco sobre la mesa para pronunciarse sin levantar la voz me dijo: ¡Pensemos!, un sueldo básico en Suiza es de unos cuatro mil francos suizos es decir unos cuatro mil cuatrocientos dólares, aquí según me dices ganan cuatrocientos dólares con viento a favor, por lo tanto, estamos hablando de que los asalariados de Argentina se tienen que arreglar con un poder adquisitivo diez veces menor que en mi país, pero resulta que una ¡lata de choclo!, es más costosa que en un super de Zúrich!. ¿Cómo hacen…? se preguntó mirándome en busca de alguna acotación de mi parte; es una de esas situaciones – agregó- en que la realidad supera la ficción, se lamentó
Intenté darle mi parecer sobre el porqué de tantas décadas en franca decadencia y resignación, pero en su lógica de ingeniero mis argumentos no le fueron suficientes para explicar semejantes dismetrías en un país bendecido por la madre naturaleza,
Roger hablaba con cierto enojo, le dolía lo ajeno, aunque no le tocase, pero fue el énfasis que el asombro imprimía a sus palabras lo que me llamó la atención y me obligó a meditar.
Él se asombra de nuestra realidad y yo, no puedo hacerlo en la misma medida, nada de lo conversado era nuevo ni despertaba mi asombro, la cronicidad del mal había adormecido ese sentimiento. He aprendido a suplir esa emoción a fuerza de intelectualizar mis percepciones, es decir, mirando la realidad como un jugador de póker, sin asombro observando y sacando mis conclusiones, sin sorpresa; ya hace tiempo que me fue robada la capacidad de asombro en cuanto a la falta de escrúpulos de unos y la idiotez de otros.
Esa carencia, que a simple vista pareciera banal, ya que poco se habla del asombro, es una emoción que antecede al deseo del conocimiento y de hacerlo posible.
Tanto para Platón como para Aristóteles, la filosofía encuentra su nacimiento en un pathos o estado del alma que lleva a quien lo padece a la búsqueda del conocimiento y, el asombro, es el estado a partir del cual se originaron la filosofía, el mito y el conocimiento en general. Su ausencia implica todo lo contrario.
“El asombro surge en el alma (la cual es considerada como el principio activo en el hombre) de forma involuntaria, siendo un estado que ésta experimenta ante la percepción de lo existente.
Asombra, pero no es para el asombro, que en esta realidad distópica que sacude los cimientos de la República, de las urnas surgiera un candidato con el perfil de un líder estudiantil portentoso, verborrágico a menudo irresponsable al pronunciarse sobre temas sensibles, lejos del estadista que un país en llamas supuestamente necesitaba.
¿Será que en el subconsciente colectivo primó el asombro por un excéntrico, con la convicción de que el país tiene futuro, dispuesto a patear el tablero y barajar de nuevo? ¿ Asombro y esperanza?
Atípico para lo atípico.
Jorge O. Veliz