El mal vivirá en quien no sepa vivir bien

Un acercamiento a las puertas del estoicismo

Por: Jorge O. Veliz / Alejo Iglesias




articulo

28/10/2021

Resumen

Para la escuela estoica, la vida es una escultura que mejor se cincela cuanto más dominamos el arte de dominar nuestra propia voluntad: el triunfo de la sustancia personal sobre las circunstancias condicionantes representa su versión definitiva.  


No olvides, simple actor, que vivir es representar una pieza:

no te corresponde juzgar qué papel te toca;

interprétalo lo mejor posible

 pues es tu deber representar bien, no elegir tu papel”.

Epicteto

 

En terrenos próximos al Pórtico de Atenas (la Puerta o Stoa: estoicismo proviene etimológicamente de este término), Zenón de Cizio fundó, hacia finales del S. IV a. C., la escuela estoica. La misma se ubicaba casi a la salida de la ciudad, para indicar su carácter alejado, distante respecto de las convenciones masivas y de los criterios culturales vigentes.

Esta doctrina compartía con la hedonista un enfoque empirista del conocimiento: hallaba en la experiencia (y no en alguna entidad trascendente u orden metafísico) la fuente y condición de validez de cualquier saber.

Los estoicos eran panteístas: para ellos la divinidad estaba difundida en la materialidad de los fenómenos y las cosas (animadas o inanimadas), impregnando cada situación con su ser; eran, también, fatalistas, pues creían que esa omnipresencia divina se plasmaba en la realidad como un sentido ineludible e inexorable de todo acontecimiento. Según el estoicismo, a la concatenación de actos y hechos que aceptamos como destino podemos conocerla  -en mayor o menor medida, según nuestra aptitud lógica- pero no alterarla: podemos actuar en adhesión voluntaria al designio cósmico que nos señala el camino a la felicidad, pero no podemos modificarlo.

Justamente, para Crisipo (sistematizador de esta escuela), ser feliz consiste en vivir en estado de apatía (carencia de padecimiento), es decir, sin acceder a involuntarias alteraciones emocionales ni sufrir fluctuaciones anímicas provocadas por los eventos positivos o negativos a los que nuestro destino nos enfrente. ¿Significa esto que sabio es quien logre volverse indiferente ante el mundo o egoísta frente a sus prójimos? Todo lo contrario: estoica es aquella persona que, consciente del escenario de sus posibilidades, elige la buena acción aun pagando el precio de su perjuicio propio. Según los estoicos, actuar de manera sabia es hacer “lo que hay que hacer” (deber) sin importar las consecuencias que esa acción traiga, en desdicha o placer, sobre el ego. La satisfacción de realizar la acción correcta reviste un valor superior a cualquier logro material, situación conveniente o fama con que el mundo pudiera premiarnos.

 La actitud estoica se basa en entender racionalmente (intelección) el marco circunstancial de nuestra existencia: de cómo sea nuestro mundo depende el límite de lo que nosotros podamos o debamos hacer en él. Dado que nunca elegimos en autonomía plena sino en heteronomía parcial, cuanto más entendamos qué condiciones nos influyen y determinan, más podremos entender qué efectos de nuestra acción dependen de nuestro empeño y desempeño…  y cuáles quedan fuera de nuestra potencia práctica. De este modo, iremos construyendo nuestro camino interno (carácter) a la felicidad, es decir, a la dignidad de no haber adaptado nuestra identidad al mundo, sino al destino que hemos sido capaces de comprender y aceptar como Nuestro.

 

 

El Signo de Interrogación te invita a seguir pensando:

¿Consideras viable la actitud estoica ante la vida en nuestro actual marco cultural?

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