Por: Jorge O. Veliz / Alejo Iglesias
En épocas en que el mundo puede abrumarnos con los ruidos del desconcierto, intentamos volver los oídos de nuestra alma a las melodías que nos armonizan con nosotros mismos.
“Atrévete a valerte de tu propia razón”
Immanuel Kant
Es plausible que luego de haber recorrido los pasatiempos inventados por nuestra cultura para transitar la larga penumbra del sinsentido existencial, llegue el momento, previsto o impensado, de mirarnos dentro; si eso ocurre, qué importante será que la luz que encendamos irradie benevolencia. Nuestra cotidianeidad ejerce demasiada tensión como para sumarnos cargas adicionales. Sin embargo, desde lo profundo de nuestro refugio interior, podemos convocar a nuestra propia potencia filosófica que, aunque frecuentemente descuidada en la sombra, nos acompaña desde el primer día. Volvamos allí para intentar administrar con lucidez la andanada de información que recibimos y sus efectos sobre nuestro ánimo: procuremos “separar la paja del trigo”.
En este revuelto pajonal de información, la divulgación filosófica también debe ser trillada con atención.
Sopa de Wuhan es un compendio de edición virtual (Revista ASPO) firmado por varios autores de notoriedad internacional. En sus páginas se suceden distintas interpretaciones del fenómeno de la cuarentena y su extensión planetaria. Su lectura produce, al menos, una gran sorpresa: estos referentes de la filosofía se lanzan a señalar la vigencia o decadencia de tendencias ideológicas, doctrinas políticas y sistemas financieros como si se tratara de procesos automáticos, como si consistieran en actos sin autor. Nada dicen del impacto que estas circunstancias inéditas podrían producir en la conciencia y sus dimensiones psico-espirituales; nada dejan abierto a cada particularidad cultural sobre la que se instala la enfermedad (o su sola amenaza) con sus diversos efectos.
Oportuno se vuelve aquel anuncio que Herbert Spencer lanzara en el S. XIX, previendo la llegada de la era de las masas: “La vida social es el resultado colectivo de los pensamientos individuales”.
Que el pensar filosófico analice este momento de alteración social basándose en la indiferenciación personal llama nuestra atención. Nos impulsa a recordar que en la masa se desvanece el Yo y nace el anonimato, que el anonimato potencia la irresponsabilidad y que, perdida ésta, cada subjetividad y su comunidad comienzan a deshacer la trama que las liga. Pareciera que el filosofar, reducido a discurso editorial, se ha vuelto incapaz de volver sobre sus propios supuestos históricos y conceptuales, traicionando así su propia aspiración de pensar siempre más allá de lo obvio…
Si acaso la filosofía mediática, como tantos otros productos culturales, estuviera acatando los límites tendenciosos de nuestra época, todavía -y por siempre- nos queda el gran don, es decir, la posibilidad de filosofar: el regreso a nuestro gran refugio interior, donde la consciencia adquiere realidad cada vez que es convocada por la reflexión.
El Signo de Interrogación te propone seguir pensando:
¿Lográs acudir a tu gran refugio interior en tiempos de crisis?