Hiparco de Nicea Parte I

La genial curiosidad de Hiparco.

Por: Jorge O. Veliz / Alejo Iglesias




articulo

02/05/2022

Resumen

Te invitamos a sumarte a un viaje en el tiempo, a una época remota en la cual los pensadores, correlacionando observación, reflexión, imaginación y lógica deductiva, pusieron a prueba la mejor “tecnología sin límites”: el cerebro y los sentidos.  


Hiparco de Nicea (190-120 a.C.)

Primera parte

 

Con otra suerte de quienes habitan en grandes ciudades, donde las luminarias eclipsan el cielo nocturno, vedando su magnificencia a los ojos y a la conciencia de los seres urbanos, quienes vivimos alejados de ese artificio lumínico aún podemos en una noche sin luna extasiarnos con el misterio titilante de la bóveda celeste.

Levantamos la vista, admiramos el perlado cósmico y quizás, impotentes ante tal majestuosidad y sus incógnitas, volvemos la mirada hacia el suelo tangible, donde el pisar nos hace sentir seguros. O bien, quedamos cautivados por la magia y cada noche sin nubes volvemos e insistimos en escudriñar el cielo con el fin de situar a nuestro planeta, nuestro suelo firme, entre aquellos cuerpos celestes, entre brillos estelares de diversas magnitudes y distancias astrales no imaginadas.  

Veo a Hiparco de niño en su Bitinia natal, escabulléndose por las noches de su cuarto para sumergirse en la intangible inmensidad del cosmos, sintiéndose allí como pez en el agua. 

Así como Tales se sintió atrapado por la magia del Egeo e hizo del mar el espectáculo natural por antonomasia, Hiparco fue cautivado por el atractivo del cielo. Siendo pequeño, emigró con sus padres a la isla de Rodas, donde más adelante, con “obsesiva afición” (1), se dedicó de lleno al estudio de la astronomía. 

Revisó sin descanso la obra de eximios astrónomos y matemáticos, célebres referentes como lo fueron: 

Eudoxo de Cnido (408-355 a.C.), quien estudió los movimientos aparentes del Sol, la Luna y de los cinco planetas conocidos hasta aquel entonces. Aristarco de Samos (310-230 a.C.), quien sostenía que la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol, anticipando en diecisiete siglos la teoría copernicana. 

También se abocó a las obras de Apolonio de Perga (262-190 a.C.), conocido como “El gran geómetra” quien escribió el famoso libro “Secciones cónicas”, introduciendo los términos “parábola”, “elipse” e “hipérbola espiral”; estudios que le permitieron hacia el año 200 a.C., idear nada menos que el útil tornillo. 

Tampoco le pasó por alto la obra de Eratóstenes (276-194 a.C.), quien estimó el radio de la Tierra valiéndose de la aplicación de la geometría elemental, genialidad que aún sorprende. 

Corría el año 134 a.C. cuando en Rodas, en una noche de cielo oscuro y sin nubes, mientras intentaba fijar la posición del equinoccio (2) de Primavera, muñido de los aportes de sus antecesores, un gran acontecimiento lo maravilló: ser testigo de la aparición de una nueva estrella (Nova Scorpii). 

Ese fenómeno se convirtió en la brisa que avivó su fuego interno e hinchó una curiosidad que no se saciaría con lo conocido: intuía mucho más y debía probarlo. Claro que, para lograrlo, necesitaba aliados que le permitiesen salir airoso de semejante reto; para ello contó con el alcance de su mente, la cual respondió a la demanda de ese intelecto insaciable y pronto encontró la manera de abordar el desafío. 

Sus logros le permitieron plasmar sus observaciones, sus aportes a la astronomía fueron tan notables que Otto Neugebauer (1899-1990), historiador de la astronomía, comentó: “Incluso la discusión más casual de la astronomía antigua no dejará de llamar a Hiparco de Nicea "el mayor astrónomo de la antigüedad".   

Concluyendo esta primera parte, les cuento que Hiparco, entre tantos aportes, hizo un descubrimiento sobre nuestro planeta que, luego de más de dos mil doscientos años, sigue siendo desconocido para la gran mayoría de los habitantes de nuestro mundo… y ese detalle lo hace más fantástico. 

Si vos ya sabes a qué me refiero, escribinos… infoelliceo@gmail.com

En la próxima entrega, entramos en el legado de Hiparco.

 

Jorge O. Veliz

 

NOTAS

(1) Con “obsesiva afición” me refiero a una monomanía virtuosa, cuando es aplicada a la creación, casi una condición ineludible para quien desea ver más allá del ojo del vulgo.  

(2) Equinoccio: momento del año en que la duración del día es igual al de la noche en toda la Tierra.

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